Era domingo, Las aventuras de Tintín en Paramount y uno apuraba las migajas del fin de semana, así como la última bolsa de pipas de aguasal de todo el arsenal del confinamiento. Pocos días después, antes de que se cumpliera la semana, volvieron a ponerla. Varios domingos atrás habían echado en la uno La llegada: la extraña aparición en varios puntos del planeta de naves extraterrestres como gigantes sanguijuelas, cilíndricas y de aspecto fálico como torres de Agbar, bajo esa tesis de que los problemas del presente se enmiendan con las soluciones aprendidas en las visiones del futuro. No es de Christopher Nolan, pero se acerca mucho a esa manera en que una película, además de fascinar con agujeros negros y dimensiones nunca vistas, hace que luego, en vez de apagar la luz de la mesilla y convocar al sueño, se coja el móvil y, en un intento por prolongar la fantasía, se busque en Google qué se sabe de los octópodos, cómo sería una quinta dimensión o si verdaderamente hubo antiguas civilizaciones con tecnología avanzada. En fin. La otra noche, un simple miércoles, volvieron en Paramount sobre el jovencísimo Matt Damon en la clásica El indomable Will Hunting. Varios sábados atrás, a primeros de abril, ya la habían echado después de Descubriendo a Forrester, en cuyas últimas escenas aparece Damon. Una transición perfecta y acaso buscada entre las dos películas. El personaje de Robin Williams se enfrenta como domador a la rebeldía y soberbia de Will Hunting. ¿Qué le llevaría a este gran actor del cine americano de los noventa a quitarse la vida? Por momentos, uno se deja atrapar por los embelesos de la ficción y cree que Robin Williams era el carpe diem y la lucha por la felicidad que pregonan sus personajes. Pero hay preguntas que no encontrarán respuesta. Cuál fue el último pensamiento mientras moría ahogado por su correa; si hubo móviles antes de Mesopotamia; por qué nos dejamos llevar por la trasnochada parrilla de la televisión analógica; por qué Tintín dos veces en la misma cadena y semana. Después de La llegada, y ya en la frontera de la madrugada del lunes, empezó Twister, emblema de las pelis de tornados. Y es que, en efecto, y como canta Dylan, hay respuestas que solo están en el aire.
Antonio F. Jiménez




