Ya suena Sinatra, ya suena Bublé. Alguien dice: «¡Abrid puertas, subid persianas, dejad que entre toda la indudable luz del día y limpiad el comedor para la Nochebuena a ritmo de big band jazz!». A pesar de todo, ya es Navidad. Habrá que dejar a un lado por ahora toda esa música triste de fuego a media leña, trompetas urbanas de callejones noctívagos, gritos armónicos y aullidos en susurro. Hay que distraerse. Hacer tarta, amasar el pan, inundar la casa de olores cítricos y oceánicos, florales y de carnívoros cuchillos. Desconchar aquel cava que siempre adornó la vitrina. No es el momento ahora para apoyar los codos en el frío de lápida del alféizar, y columbrar con melancolía calles vacías y el más allá de tejados enmohecidos. Es el momento de acercarse al pasado en los retratos de quienes ya no están para sentir gratitud. Y quizás llamar a ese viejo conocido. «¡Siglos que no se te ve! Disfruta en la medida de lo posible». Es la frase de esperanza para estas Navidades de interior. Habrá que anestesiarse el corazón amenazado y dejar de sentirlo como un yunque en el pecho encharcado de bilis negra. Ya suena Sinatra, ya suena Bublé. Brillan las guirnaldas en las barandas de las escaleras. Reverbera el río plateado de papel alba en el Belén y siembran un punto de luz en medio de tanta oscuridad los farolillos diminutos de los pastores en el pesebre de miniatura. Ah, las sencillas y pequeñas cosas, ¿verdad? ¿No es esta la frase conmovedora del año? «Entra una masa de aire frío», dice el hombre del tiempo. Habrá que atarse la bata de coralina, sí, y jugar a dibujar el aliento huidizo en el cristal crepuscular de la ventana, como esas sombras grises sobre el fondo negro de las radiografías. Alguien dice: «Nada de caviar del Mar Caspio para todos. Habrá que contentarse con un cucurucho de hueva de mújol con almendras. Derrochar con decoro». Sinatra-Bublé. La ecuación de la Navidad. Las tijeras, el celo, el papel de regalo siguen por la mesa todavía. Y el portátil abierto en el sofá reproduciendo el vídeo de Bing Crosby y Frank Sinatra en las Navidades de 1957. Cuánta nostalgia. «¡Abrid ventanas!». Y se cuela todo el grisazul humeante de diciembre. Ah, Bublé-Sinatra. Sinatra-Bublé.
Antonio F. Jiménez




