Cada vez que se producía una ofensiva en el partido Valencia-Arsenal me daba por decir: «¡Cuidao! ¡Esa es buena!». Yo, que no sé cuándo una jugada, una falta, un córner, es gol. Yo, que en materia futbolística vivo de la resaca de cuando, con nueve años, en la liga 2002-2003, no soñaba otra cosa que ser portero. «Esa va con efecto, cuidaico». Pero el balón se fue alto. Ese era yo la otra noche: una traca de estimaciones artificiales. «Señores, esto va a escape, ¿tendremos una final de UEFA inglesa?». Yo, que no sé nada de campeonatos, dije eso delante de mis dos acompañantes porque se lo había oído al camarero y me había quedado lo suficientemente prendado como para copiárselo. El fútbol tiene su melancolía. La otra tarde abrí el armario y me encontré con mi vieja camiseta de Casillas. La tendí en el aire y me pregunté por qué cada vez que mi madre me sugiere que la convirtamos en trapos yo le digo que no. Pues porque no. Yo fui testigo cuando Iker salió al campo -el rostro efebo y como de sueño, los ojos rasgados, los guantes blancos más grandes que su cabeza- después de aquella lesión de César. Yo sentí como nadie aquella derrota entre España y Corea del Sur en la Copa Mundial de 2002, cuando mi abuelo me llamó al fijo de mi casa a la hora en que regresé del colegio y lo cogí apresurado y oí su voz, que no se me olvida: «No hay nada que hacer, hijo. Pero Casillas sigue siendo el mejor». No sé si lloré. Volví a colocar en la percha la camiseta con el número uno estampado, con aquel Teka bordado en blanco, y con la que, debajo de un nispolero los veranos, yo me paraba los penaltis que mi abuelo me chutaba cuando subía rendido de la huerta. «Cuidao con esa, que va buena». Pero el Valencia perdió la pelota. No estuve sembrado la otra noche. Entonces, para no exasperar a mis acompañantes, recuperé viejas leyendas y pregunté, entre inocente y borrachín: «Oye, ¿y qué fue de Mista? Jugaba en el Valencia. Era de Caravaca». Y uno de ellos dijo muy serio: «Creo que fue pichichi, ¿sabes?». Era otra época, otro fútbol.
Antonio F. Jiménez




