Murió un jueves. Y el entierro fue a las cinco. Esa hora lorquiana de la muerte. ¡Las cinco en sombra de la tarde! La noticia me llegó por el altavoz del coche que se pasea por mi pueblo radiando los muertos. Su nombre, Paco; su oficio, barbero. Era una mañana nublada de invierno de hace dos años y sentí un escalofrío: yo siempre iba a su barbería los jueves a las cinco. Empecé con cuatro años —mi abuelo me llevó— y estuve yendo hasta que cerraron. Paco compartía el negocio con su hermano Juan. Trabajan de espaldas al espejo y de cara a un público conversador, tres o cuatro hombres sentados en un sofá de cuero rojo mientras los dos hermanos se encargaban de su tijera y de su navaja, y de moderar la tertulia. Dijo Julio Camba que los peluqueros se parecen a los periodistas en que «ambos están en contacto directo con las más eminentes cabezas de nuestro tiempo. Ambos necesitan dominar el arte de la entrevista. Ambos tratan igualmente a grandes y a chicos». Yo era allí un sexagenario más, aunque las piernas no me llegaran al reposapiés de aquel sillón giratorio y tuviese que meter medio cuerpo por el hueco del apoyabrazos. Había dos retratos en sepia del equipo de fútbol de cada uno —el Athletic y el Atlético— que marcaban sus territorios. Cuando cerraron en 2005 o 2006, cada uno se llevó su cuadro y su sillón a su casa. Vivían enfrente, separados por una bocacalle sin salida. Como cortaban el pelo a domicilio, mi abuelo y yo mantuvimos la fidelidad los jueves a las cinco, alternándolos por temporadas. Enseguida murió Juan. A Paco le dio un infarto, perdió visión y se jubiló. Diez años más tarde, aquel jueves de su muerte, vi sin bajarme del coche su ataúd de camino al cementerio; ese mismo lugar donde hablamos por última vez el día de Todos los Santos de 2015, que nos encontramos de casualidad. Había pasado mucho tiempo. Paco llevaba gafas de sol y, cuando me reconoció, dijo: «Me han dicho que andas de periodista». Cuánto me hubiese gustado responderle que yo, como dice Camba, me había convertido en el fondo en un barbero como él.
Antonio F. Jiménez




