reflexión

Diario de mar

LA 202 es una habitación sin vistas. Paredes encaladas como muros blancos y sin ventanas. Sudor de humedad, pintura desconchada. Las antenas en hilera semejan un Gólgota de cruces de metal. A las ocho de la tarde el azul plomizo del cielo y sus nubes lisas como estelas de un avión otorgan belleza al paisaje gris e inalterablede este barrio costero. Sobre la cama está mi móvil. Buenas noticias. Hace un año, justo aquí y a esta hora el móvil también traía noticias, pero el corazón daba un vuelco distinto. Volver al mismo lugar en verano puede no solo ser cuestión de rutina, sino de balance. Salgo, bajo escaleras, entro a un cuarto donde me esperan con vistas a la playa en la cara principal del hotel. El sol declina deprisa, el mar se oscurece y a lo lejos el malecón empieza a amarillecerse de unas luces de farolillo, allá en esa franja del horizonte que separa estas aguas poco profundas del mar abierto del Mediterráneo. La mano descuidada del hombre no quita para que esto deje de ser una maravilla: contemplar el mar mientras muere el día; la luna llena y pelirroja reflejada, temblorosa, en el manso oleaje. Bajo escaleras, salgo a la calle, camino por una feria. Mucha gente con ilusión, de vacaciones, jóvenes gritones que quizá acaben bañándose desnudos entre pececillos y algas marinas en la madrugada. En este punto del artículo la escritura me pide irme: viajar al pasado y decir, por ejemplo, era otro julio en aquella playa nudista y el sol ardía sobre mi piel sin crema… Pero no quiero alterar los tiempos. Hoy el cuerpo solo me pide presente. Describir un paisaje sin vistas, pensar en las buenas noticias, oler el salobre, observar a una niña acongojada antes de dar un salto en la arena. Y que aquí me detenga. Y solo me permita recordar los hermosos versos de CavafisQue también yo contemple un poco la / naturaleza. / Azul esplendoroso de un mar de la mañana/ y de un cielo sin nubes, y una ribera amarilla (…) Aquí que me detenga. Y que me engañe como que veo esto / (lo vi en verdad un instante cuando recién me detuve); / y no también aquí mis fantasías, / mis recuerdos, las visiones de la voluptuosidad.

                                                                                                                                              Antonio F. Jiménez

                                                 

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El último de sus antepasados hallado en los libros de bautismos y defunciones se apellidaba Jiménez Fernández. Lo cual quiere decir que a veces se necesitan unos cuantos siglos para darle la vuelta a la tortilla. Escribe periodismo narrativo y da fe de ello con su libro 'Una vida retirada' (2019, Círculo Rojo). Estos artículos, columnas o reparandorias -como él gusta de llamar- no son otra cosa que echar un párrafo en el cruce de algún camino en esta vasta ciudad a veces llamada de la telaraña.

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