Se les ve bien. Entran a paso ligero, con sus carpetitas, con sus sonrisillas. Algunos aplauden como si les hubieran dado un premio. Es martes, martes de pascua, y en mi pueblo ha dejado de llover. Un perro ladra en la calle con un vozarrón de inflamación pectoral. Unos pajarillos pían allá arriba, no se sabe dónde. Los periódicos digitales dicen que todo está listo para el debate. Es el último del principio de un debate mayor: adónde va el país. Pero ellos están tranquilos. Se les ve bien. Sonríen. Hablan con aplomo. Saludan a algún afortunado. Un columnista dijo una vez que la lluvia es una buena excusa para no escribir de política; pero es martes, martes de pascua, y la calle está seca después de haberse tirado toda la santa semana lloviendo. La campaña electoral seguirá esta noche. El triunfalismo. La batalla impostada. Hace un rato oí rebullir a alguien en el zaguán de mi puerta. Abrir y cerrarse la tapa de mi buzón. Probablemente la cartera con los votos. Hace unos años la veía mucho y seguidamente. Pedía yo bastantes libros de segunda mano por internet y a veces me daba vergüenza repetir en poco tiempo el mismo acto de bajar y recogerlos, empaquetados con celo ocre y rudo cartón. Recuerdo ahora alguno de aquellos. ‘Teoría de Lola’, de Umbral. Tenía una lírica y enigmática inscripción: Amelia, noviembre de 1977. Madrid. ¿Qué será de Amelia? ¿A quién votará el domingo? ¿O habrá acaso dejado ya las cosas de este mundo? Me impactó de ese libro de cuentos uno que se llama ‘Tamouré’, título también de una canción que se hizo famosa en el verano del 63. Me doy cuenta de que estoy rememorando un libro en el Día Internacional del Libro. Felicidades, amigos de los estantes, viejos lomos de textura de pergamino, que ora os deseo, ora os abandono. He parado un momento esta improvisación de artículo para comprobar abajo, en el buzón, que estaban los votos. Solo me ha traído los de los partidos que van al debate. Me gustan estos días raros de mesianismo y lluvias torrenciales, esta tarde aclarada de martes de pascua en que un perro ladra a lo lejos y mi madre enciende la tele en el salón y se oyen los aplausos de un concurso.
Antonio F. Jiménez




