Benizar desde el río Las persianas están bajadas en el Tau Chen, pero la puerta sigue abierta. Son pasadas las ocho de la tarde y los dueños terminan de comer. «¿Se puede?». Una de las cocineras asiente sonriendo: «Claro, claro, pasad». Mi acompañante lleva una gorra azul océano, tipo jugador de béisbol. No hace sol, está nublado y ha chispeado…